El Primero de Mayo es eterno, evoca a Recabarren, pasa por Ranquil y Santa María de Iquique, se descuelga, aún más lejos, con Lautaro y Caupolicán. Tiene olor a huaso y a roto, a huacho y a peón, a pampino valiente, a marino mercante, a estibador del puerto, a minero del carbón.
Vive en Pisagua y Chuquicamata, en Sewell y Lota, en los pescadores de Talcahuano, en las fábricas de Concepción, en los barrios industriales de Santiago, en los cerros de Valparaíso.
Se remonta a los viejos zapateros anarquistas y a las fichas de las pulperías del salitre, a los ferroviarios, a las primeras huelgas y a las masacres que regaron de sangre heroica la geografía de la patria.
El Primero de Mayo vivió sus días de gloria con Salvador Allende y la Unidad Popular, repletó la Alameda, con el Cardenal Silva Henríquez y el Compañero Presidente en el escenario, encabezando la celebración.
Y descendió a los infiernos, con la dictadura oprobiosa de Pinochet y la derecha, el asesinato, la tortura, la cultura de la muerte que se enseñoreó por todo Chile y ahogó en sangre la lucha de los trabajadores.
Pero el Primero de Mayo es invencible. Renació de las cenizas, se inventó de nuevo y hoy avanza, incontenible, en la lucha de siempre y en el puño en alto de los nuevos asalariados: los forestales, los subcontratados, las temporeras, los salmoneros, las cajeras y los reponedores de los supermercados, los bancarios y los profesionales con boleta, los empleados del comercio, los trabajadores de terceros, las vendedores de los malls, y los trabajadores informales, sin dejar de recordar también a todos aquellos compañeros que sufren una diversidad de accidentes laborales, algunos con fatales resultados, y que son ocultados para proteger el prestigio de su empleador.
Hoy el Primero de Mayo resurge con fuerza, donde quiera que exista el trabajo precario, que el capitalismo salvaje de un sistema económico inhumano e inmoral, ha instaurado a lo largo de Chile, desde que fuera implantado a sangre y fuego, con el Golpe de estado de 1973, y que en los días que vivimos, nadie garantiza que pueda ser distinto, lo que nos obliga a estar atentos, y sobre todo, estar muy unidos.
Por eso, llamamos este Primero de Mayo, a rendirles un homenaje a todos y cada uno de los trabajadores, a recordar, entre tantos, a Luis Emilio Recabarren, a Clotario Blest, a Manuel Bustos, a Tucapel Jiménez, a Luis Figueroa, a la Gladys, a los miles de hombres y mujeres que han ido construyendo el movimiento de los Trabajadores, y que deben ser la imagen a seguir, en especial de aquellos que lideran el movimiento sindical.
Pero, por sobre todo, a no quedarse en el homenaje y la evocación, a renovar y profundizar el significado profundo de la lucha de los trabajadores por el socialismo, por una sociedad mejor, por los valores eternos de la Justicia Social, la Libertad y los Derechos fundamentales del ser humano.
A luchar por vencer las barreras que nos separan, a luchar para eliminar las diferencias artificiales que nos han hecho imaginar, a luchar por entender que somos todos iguales, que somos todos trabajadores de un mismo país, CHILE!!!!