viernes, 16 de julio de 2010

Efectos secundarios del fútbol

De todas las ramas del deporte, el más practicado, utilizado y conocido es el Fútbol, pasión de multitudes, que tiene su máxima expresión cada cuatro años, convirtiéndose en el tema único en toda conversación, diálogo en la oficina, incluso en reuniones de trabajo, y que cruza todas las áreas de la sociedad y el ámbito sindical no ha sido la excepción, - ha servido para reunir socios para la formación de más de un sindicato, ha sumado votos para muchos dirigentes -, ha servido en reiteradas ocasiones como elemento distractor para tomar decisiones sin la adecuada comunicación con todos los involucrados, esto se observa en todo tipo de entidades, organizaciones, empresas, gobierno, en nuestro país y en todo el mundo.

Estamos sometidos a una excesiva “futbolización”, que debe ser entendida como la deriva de la sana deliberación en un intento (vano) de imponer nuestra opinión al resto, con descalificaciones e insultos “a modo de ultra” o manipulando escandalosamente la realidad. La calma social, sin embargo, no siempre es el fin. Uno de los mecanismos de control social que se ejercen a través del juego es justamente lo contrario: la confrontación física y verbal. Los estadios de fútbol son ahora espacios propicios para la confrontación y pueden ser vistos como “termómetros del nivel de violencia social”, expone Layla Sánchez. “Es el divide y vencerás”, por ello se utiliza un lenguaje marcial: los comentaristas narran, con exacerbado nacionalismo, las “batallas” deportivas. En vez de ver futbolistas, vemos a soldados que van a pelear por un país, critica la comunicóloga.
Y las repercusiones en toda la sociedad se reflejan nítidamente en la violencia en los estadios, en la existencia de las barras bravas, en el descontrol y consecuencias de las celebraciones, se gane o se pierda. Violencia implícita que sufren además, aquellos que se endeudan en el sistema bancario, o en casas comerciales, más allá de lo posible y aconsejable, para viajar a "acompañar" al equipo de su pasión, mientras unos pocos obtienen cómodas ganancias en la Bolsa de Valores, gracias a la gran cantidad de acciones en clubes y equipos convertidos en sociedades anónimas, para usufructuar del aporte al mercado del futbol de innumerables y desconocidos fanáticos, muchos de ellos sencillos trabajadores que viven de un sueldo medio, en empresas con un mínimo de estabilidad.
La XIX edición de la Copa Mundial de Fútbol coincide con la primera crisis económica internacional del siglo XXI, que se mantiene como una amenaza vigente, sobre todo en economías como las de Grecia, España, Portugal y México. En ese contexto, la justa deportiva refrendará su papel como mecanismo de control social, consideran algunos académicos. “Por eso no es nada raro que funcionarios de alto nivel, incluido el presidente de la República, (no solo en Chile) hagan a un lado asuntos de mayor importancia y se muestren más preocupados por los resultados de los partidos que por los problemas de sus respectivas carteras; reciban en sus despachos a futbolistas de prestigio con más atenciones y honores que a un diplomático de alto rango, y les otorguen premios que ya quisieran para sí algunos investigadores destacados.”    http://elquintopie.blogspot.com/2010/06/futbol-mecanismo-de-control-social.html 
Fútbol: Un negocio por encima de la ley La Copa Mundial de la FIFA, presentada y sentida masivamente como una disputa entre países que ponen en juego la honra nacional, es un negocio privado, controlado por pequeños grupos de personas que explotan el patriotismo y fomentan rivalidades en su mercadeo. La advertencia de Arlei Damo, profesor de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul (UFRGS), identifica características "mafiosas" en la FIFA (Federación Internacional de Fútbol Asociado), que "monopoliza" este deporte profesional en el mundo agrupando las federaciones nacionales y regionales. Se trata de "un cuerpo cerrado que no brinda cuentas a nadie" y no permite que se conozca cuánto gana con este torneo mundial, que se realiza cada cuatro años, ni el destino de tanto dinero, señaló Damo a IPS. Dicta reglas, tiene su propia justicia y no acepta que sus miembros recurran a los tribunales de los países. Graduado en educación física y doctorado en antropología social, Damo ya tiene tres libros publicados sobre fútbol y se suma a una creciente cantidad de investigadores académicos que estudian ese deporte. La extraordinaria capacidad de movilización del fútbol no se debe al deporte en sí mismo, "un juego sin sentido, de narrativa fragmentada", sino al hecho de ser un poderoso "bien simbólico" y recurrir a mecanismos de adhesión, como el nacionalismo y el "clubismo", según el antropólogo. Las multitudes que van a los estadios o se emocionan con el campeonato mundial no lo hacen por el deporte, sino para apoyar su club o la selección que se hace símbolo de la nación, observó. El patriotismo capturado hace que mujeres y muchos que "no entienden" ni aprecian el fútbol se vuelvan hinchas fervorosos. Las rivalidades son un elemento clave. La adhesión a un club, en Brasil determinada por influencia de un "pariente consanguíneo" masculino en 80 por ciento de los casos, tiene que ser definitiva como la familia, la infidelidad se penaliza con un estigma social. La selección de este país, como las del resto del mundo, no es un equipo del país sino de la Confederación Brasileña de Fútbol, un ente privado que no responde al Estado ni a la población, cuyos rumbos son decididos por algunos clubes poderosos, destacó Damo. La FIFA explota la ambigüedad y una cierta creencia de que se trata de una institución multilateral, intergubernamental, aunque sea privada. Se vanagloria de tener más miembros que la Organización de Naciones Unidas –208 frente a 192— y no permite extranjeros en una selección, sólo nativos o naturalizados, para no perder el poder atractivo del nacionalismo, acotó Damo. Ese cuadro institucional, sin control del Estado y la sociedad, favorece la corrupción que denuncian periodistas como el escocés Andrew Jennings. No por casualidad que la sede de la FIFA está en Suiza, cuya legislación flexible permitió la impunidad en un caso de sobornos denunciado por Jennings, involucrando propinas ofrecidas por ISL (International Sport and Leisure) que negociaba derechos televisivos y publicidad de la federación mundial. En las organizaciones que comandan el fútbol en todo el mundo suelen eternizarse los dirigentes, otro hecho propicio a la corrupción. La FIFA fue presidida de 1974 a 1998 por el brasileño João Havelange, que antes dirigió la Confederación Brasileña por 16 años. Pero el éxito "inexplicable" del fútbol en todo el mundo, haciéndose el deporte preferido en la mayoría de los países donde penetró, lo pone por encima de esos problemas, según Simoni Lahud, antropóloga de la Universidad Federal Fluminense, de Niteroi, ciudad vecina a Río de Janeiro. Esa expansión global del fútbol, un triunfo que legitima el poder de la FIFA, generó por todos lados una "pasión popular" que le resta repercusión a la corrupción e interferencias del comando futbolístico en decisiones nacionales, como la construcción de estadios, la forma de organizar la Copa Mundial, explicó. En un "mundo transnacionalizado", los deportes se constituyeron en "uno de los pocos lugares para la representación nacional", especialmente en Brasil, donde "la nación tiene pocas vías de expresión" y por eso "pone todas las fichas en el fútbol", según la investigadora. Argentina tiene una situación distinta, con el nacionalismo manifestándose en muchas áreas, como la política y conflictos territoriales, en consecuencia allí la "pasión de los clubes" es tan fuerte como por la selección nacional, sostuvo. Las diferencias se reflejaron en la distinta forma de reaccionar ante el fracaso en la actual Copa Mundial, en Sudáfrica, acotó. Mientras los argentinos recibieron "con fiestas a su selección" pese a que debió dejar la competencia tras ser goleada cuatro a cero por la selección de Alemania, los brasileños reaccionaron "con piedras" contra sus jugadores, derrotados en cuartas de finales por Holanda por dos goles contra uno. Curiosamente ese nacionalismo pegado al fútbol en Brasil "nació de una derrota", cuando perdió el partido final de la Copa Mundial de 1950 frente a Uruguay por dos goles contra uno, recordó Lahu. 
El trauma nacional, tras el triunfo del pequeño vecino país que echó por tierra con el amplio favoritismo brasileño, marcó a la sociedad de este país y, posiblemente por eso, triunfar se hizo una obsesión nacional. El fútbol, de todas formas, se hizo tan importante para la vida de miles de millones de seres humanos y un negocio tan gigantesco, que su gobernanza tiende también a atraer la atención no solo de investigadores académicos. El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, por ejemplo, sugirió limitar el tiempo de mandato presidencial de la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF) a ocho años, como hacían los sindicatos bajo su dirección en los años 70. Ricardo Teixeira, ex yerno de Havelange, preside la CBF desde hace 21 años. Y el suizo Blatter comanda la FIFA desde 1998. 
por Mario Osava/IPS ⋅ Domingo 11 de julio de 2010
 http://www.ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=95871

Y que decir de los molestos desequilibrios en el apoyo a otros deportistas, que también logran resultados sobresalientes, pero no reciben el reconocimiento de autoridades, ni del público en general, y menos apoyo económico para cubrir los gastos en que incurren en representación del país.

“Porque el fanatismo es la única forma de fuerza de voluntad que incluso los débiles e inseguros pueden lograr”
Friedrich Nietzsche.
  

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