Hace muchos años atrás, en tiempos de la Colonia, y por mucho tiempo más, tradicionalmente, el lechero viajaba en un burro, con dos tarros de latón sobre este fiel animal, debía recorrer largos caminos buscando en las granjas cercanas, la leche que le llevaría a su clientela. Muchas veces llevaba también la burra preñada y vendía esta leche, que según los entendidos era muy sana y especial para quienes padecían enfermedades estomacales.
Con el paso del tiempo, y a medida que los clientes y los volumenes aumentaban, se perfeccionó el sistema de distribución: Surgieron los lecheros en "modernas" carretelas tiradas por caballos, algunas dotadas de techo, mayor espacio y asiento para su conductor, que le permitían cubrir mayores extensiones, con menor esfuerzo.
Es así como de este intercambio comercial, surgen peculiares historias como las que se relatan a continuación:
Es casi el mediodía en la ciudad y el trinar típico del silbato lácteo anuncia que se aproxima uno de los personajes más llamativos de la cultura chollonca. Le llaman El Lechero y su misión es visitar cada mañana las poblaciones de cualquier ciudad de nuestro largo Chile, llevando leche, queso fresco y verduras a las alentadas dueñas de casa, que esa hora preparan el almuerzo. Cuenta la talla que, mientras el cornudo se encuentra en la pega, más de alguna frescolina jefa de hogar consigue algo más que nata y perejil del susodicho.
De ahí que al lechero se le atribuya la paternidad de cuanto cabro guacho merodea por la ciudad, como si se tratara de nuestro propio trauco. Pero no sólo el hombre del silbato deja la escoba entre los maridos ausentes, ya que el panadero, el zapatero y el gásfiter también tienen fama de lachos y promiscuos sin remedio.
Sin el afán de sembrar la cizaña, en más de alguna ciudad se ha querido recordar una de los relatos más pícaros del anecdotario popular dicha ciudad. El lechero, una tradición que se encuentra plenamente vigente en la ciudad y que por sólo 400 pesos el litro lleva hasta su puerta toda la frescura del preciado y nutritivo líquido.
NOTA: No se preocupe. Cualquier semejanza de su hij@ con el hombre de la foto es mera coincidencia.
Aquel lechero se llamaba Manuel y era casi un amigo nuestro. Pasaba todos los días por nuestra casa. Repartía la leche en un pequeño carro, desde el cual tocaba un pito para anunciar su llegada. Cuando lo escuchábamos, yo, una niña entonces, le decía a la cocinera: "Oye Sara, llegó el lechero." Entonces ella salía con unas inolvidables botellas de vidrio medio verdoso, vacías y las cambiaba por otras repletas de leche.
Era un ritual diario en el cual los principales protagonistas eran el lechero y la cocinera. Luego la muy querida Sara, que trabajaba por años con la familia, preparaba exquisitos postres, flanes o budines que eran la delicia de nosotros los niños. También le hacía una mamadera a su guagua, pues siendo una mujer del pueblo ¿Cómo no iba a tener una guagua?
Gracias a nuestros padres que nos prodigaban la leche como un alimento elemental crecimos todos los hermanos con huesos firmes y duros.
Al día de hoy el lechero ya no existe. Se compran impersonales cajas de un litro "larga vida" en el supermercado y uno mismo se abastece. Sin embargo echo de menos ese dulce ritual y recuerdo a Sara, recibiendo cada día en sus manos regordetas las hermosas botellas de vidrio repletas de blanca y pura leche.
Con el paso del tiempo, y a medida que los clientes y los volumenes aumentaban, se perfeccionó el sistema de distribución: Surgieron los lecheros en "modernas" carretelas tiradas por caballos, algunas dotadas de techo, mayor espacio y asiento para su conductor, que le permitían cubrir mayores extensiones, con menor esfuerzo.
Es así como de este intercambio comercial, surgen peculiares historias como las que se relatan a continuación:
Es casi el mediodía en la ciudad y el trinar típico del silbato lácteo anuncia que se aproxima uno de los personajes más llamativos de la cultura chollonca. Le llaman El Lechero y su misión es visitar cada mañana las poblaciones de cualquier ciudad de nuestro largo Chile, llevando leche, queso fresco y verduras a las alentadas dueñas de casa, que esa hora preparan el almuerzo. Cuenta la talla que, mientras el cornudo se encuentra en la pega, más de alguna frescolina jefa de hogar consigue algo más que nata y perejil del susodicho.
De ahí que al lechero se le atribuya la paternidad de cuanto cabro guacho merodea por la ciudad, como si se tratara de nuestro propio trauco. Pero no sólo el hombre del silbato deja la escoba entre los maridos ausentes, ya que el panadero, el zapatero y el gásfiter también tienen fama de lachos y promiscuos sin remedio.
Sin el afán de sembrar la cizaña, en más de alguna ciudad se ha querido recordar una de los relatos más pícaros del anecdotario popular dicha ciudad. El lechero, una tradición que se encuentra plenamente vigente en la ciudad y que por sólo 400 pesos el litro lleva hasta su puerta toda la frescura del preciado y nutritivo líquido.
NOTA: No se preocupe. Cualquier semejanza de su hij@ con el hombre de la foto es mera coincidencia.
Aquel lechero se llamaba Manuel y era casi un amigo nuestro. Pasaba todos los días por nuestra casa. Repartía la leche en un pequeño carro, desde el cual tocaba un pito para anunciar su llegada. Cuando lo escuchábamos, yo, una niña entonces, le decía a la cocinera: "Oye Sara, llegó el lechero." Entonces ella salía con unas inolvidables botellas de vidrio medio verdoso, vacías y las cambiaba por otras repletas de leche.
Era un ritual diario en el cual los principales protagonistas eran el lechero y la cocinera. Luego la muy querida Sara, que trabajaba por años con la familia, preparaba exquisitos postres, flanes o budines que eran la delicia de nosotros los niños. También le hacía una mamadera a su guagua, pues siendo una mujer del pueblo ¿Cómo no iba a tener una guagua?
Gracias a nuestros padres que nos prodigaban la leche como un alimento elemental crecimos todos los hermanos con huesos firmes y duros.
Al día de hoy el lechero ya no existe. Se compran impersonales cajas de un litro "larga vida" en el supermercado y uno mismo se abastece. Sin embargo echo de menos ese dulce ritual y recuerdo a Sara, recibiendo cada día en sus manos regordetas las hermosas botellas de vidrio repletas de blanca y pura leche.
Y desde aquellos nostálgicos tiempos de entrega personalizada, hemos pasado a los tiempos actuales de distribución automática y masiva, de la cual cada uno de nosotros nos sentimos, indudablemente parte importante de esta cadena "desde la vaca al consumidor". Así como también nos sentimos orgullosos de ayudar a tantas Saras, en su dedicación diaria a su familia, al permitir suministrarles diferentes postres lácteos, que son la delicia de grandes y chicos, y que cumplen un papel importante en la nutrición de los niños, jovenes y adultos de nuestro país.
Sin dejar de olvidar aquel ingenuo niño:
Mamá, mamá, llegó el lechero, ¿tienes dinero para pagarle o tengo que ir a jugar afuera?
www.rincondelarte.cl/milkman.htm
www.coronelb.cl/
Sin dejar de olvidar aquel ingenuo niño:
Mamá, mamá, llegó el lechero, ¿tienes dinero para pagarle o tengo que ir a jugar afuera?
www.rincondelarte.cl/milkman.htm
www.coronelb.cl/
suuper wuenisimo se los recomiendo :)
ResponderEliminarhola
ResponderEliminarno encontre na xdxd, ya pero iwal esta weno o
ResponderEliminarEsta bueno, encontre mucha informacion para hacer la tarea del Escuela.
ResponderEliminarPara Fenatral, una organización sindical, es un orgullo que la información te haya servido para tu tarea. Este Blog siempre estará disponible para informar y formar personas que lo requieran, y esperamos que nuestros artículos les sean útiles.
ResponderEliminarGracias por la imformacion
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