La tragedia se ocasionó por un incendio en la fragua de un
taller subterráneo utilizado para la mantención de carros metaleros, ubicado en
el nivel Teniente 1. El incendio propagó monóxido de carbono por varios túneles
del mineral. Los superiores de la superintendencia de la mina dieron aviso para
la evacuación de los trabajadores, pero esto no fue suficiente para impedir el
desenlace del siniestro. Muchos mineros quedaron atrapados en las jaulas de los
piques y sus proximidades; el monóxido de carbono, convertido en una nube de
humo, los intoxicó provocándoles desmayos y, luego, la muerte La acción de los
voluntarios no fue suficiente para rescatar a los trabajadores que aún seguían
con vida, convirtiendo este accidente en el más negro de la historia del
mineral. Según las estadísticas, ese día fallecieron 355 trabajadores, que
representaban un 30% de los obreros que laboraban en ese turno.
Las víctimas de un promedio de 31 años de edad; dejaron 150 viudas y 420 hijos huérfanos de padre. La ceremonia de
los funerales de los mineros, en el Cementerio de Rancagua, contó con la presencia de
25.000 personas, entre las cuales se encontraba el Presidente de la República
de la época, Juan Antonio Ríos.
Por la
“Tragedia del Humo”, las investigaciones policiales y
jurídicas concluyeron que la compañía Braden Copper Company no tenía
participación en el suceso, pero la gravedad del siniestro marcó la realidad
nacional, ocasionando reformas en la legislación social chilena. Esto llevó a
que se implementaran grandes pagos de indemnizaciones, cambios en la ley de
accidentes del trabajo y del Código de la Minería.
Al interior de la Braden Copper Company
el accidente también significó fuertes cambios; se formó el Departamento de
Seguridad e Higiene Industrial; el Departamento Legal; el Departamento de
Relaciones Públicas, y el Departamento de Entrenamiento Industrial. Además, se
realizaron estudios de todas las operaciones de trabajo al interior de la mina,
de los conductos de ventilación, y se estableció el uso obligatorio de
elementos de protección personal.
El campamento nunca volvió a ser lo mismo luego de esta
tragedia, que conmovió al país y al mundo, impulsando campañas de solidaridad y
ayuda para las familias de los obreros muertos.
El recuerdo de esta catástrofe todavía sigue vivo en los
sewellinos, constituyendo el punto más sensible y doloroso de la vida en el
mineral. A continuación, Rosa Ubilla relata cómo fue el desarrollo del Humo en
el campamento; “… Cuando fue la catástrofe del Humo, que fue el 19 de junio de
1945, nosotros estábamos durmiendo y mi mamá nos despertó a todas nuestras
hermanas y dijo, a levantarse porque fíjese que han pasado ocho camillas, y nos
levantamos y ya no eran ocho. Después eran dieciocho, después eran ochenta,
después eran cien, después eran 200, después eran trescientas. Eso también me
dejó marcada porque despareció un nivel entero, con un jefe de nombre Ramón
Torres y no lo ubicaban. Y este jefe con sus cincuenta o sesenta trabajadores
en vez de salir a encontrase con el Humo, le hizo el quite al Humo. Siguió,
siguió con su gente y apareció en una parte en las puertas del cerro, y ya era
puro cerro y la abrieron y ahí se salvaron…
Hay una parte que dice “los huesos de los muertos pesan más
que la carne de los vivos”, y es por eso que después de la catástrofe del Humo,
la jefatura se dedicó a poner más ventiladores, poner mascarillas, ventilado
total. Si fue que se asfixiaron, no se quemaron. Fue una asfixia que hubo y
quiere que le diga una cosa, ese humo era de color amarillo…porque los bigotes
de los hombres, los vellos de las fosas nasales y el pelo estaba ligeramente
amarillo.
Entonces, después, se arregló mucho la cosa, tomaron muchas
medidas de seguridad, hubo un contrato para pura gente egresada de la escuela
de mina que había hecho cursos de seguridad, como atender a un recién
asfixiado…cambió todo porque fueron 365 vidas y están enterradas aquí en el
Cementerio N° 2. Y yo a Dios gracias, no perdí a mi papá, pero voy todos los
años a la Romería…
Como éramos cabras ya contábamos las camillas, van cien, van
doscientas, van trescientas… nevó como cualquier día y el 19 de junio justo dejó de
nevar y vino un viento blanco y la gente en las esquinas arrebozadas con
frazadas, con charlones, eran llantos, eran gritos y también eran alharidos…”
Luego de la tragedia, “se hizo una colecta nacional e
internacional, entonces ahí se juntó mucha plata, mandaron los países de afuera
plata…fue muchísima plata con que se compraron los terrenos…. de la calle Freire que es
una avenida ahora, hasta donde está el terminal ahora, de ahí eran los terrenos
de largo de la Alameda y del ancho de la población Alameda
a una población que se llama población O´Higgins. Todos esos terrenos los
compraron con el fin de hacerles casas a las señoras viudas con sus hijos y
resultó que les empezaron a vender los terrenos y les hicieron unas casas
pariadas chicas, sin antejardín, con un buen pedazo de sitio hacia adentro,
pero no como tenía que haber sido. Era para haberles hecho una tremenda casa
con antejardín y entrada de auto…”
Lamentablemente, “la empresa les pagó una miseria, no me
acuerdo si eran 1.100 o 1.200 pesos, que recibían mensual las viudas. Entonces
una miseria. La gente, todos nosotros sufrimos harto y mucho. Los mayores nos
quedamos sin educación por lo mismo, tendrían que haber ayudado a la gente, a
los hijos, por lo menos a los mayores a educarse, cosa que no hicieron”.
Durante tres días los hombres trabajaron sin descanso, pero
lamentablemente los esfuerzos fueron infructuosos: 355 mineros yacían sin vida
y otros 747 estaban heridos.
Mayor información y otros antecedentes en página del Comité de Defensa del Cobre, o en el intersante trabajo de la licenciada en artes, Marcela García Valenzuela,
Fenatral, sus dirigentes y sindicatos asociados, se hace un
deber recordar lamentables sucesos como el mencionado, dado que nos es extraño
verificar que muchos accidentes laborales no son socializados, o simplemente
ocultados, con dudosas intenciones. Destacar por otro lado que recién después
de 23 años de esta lamentable tragedia, surge la Ley de Seguro Social contra
Riesgos de Accidentes del Trabajo y Enfermedades Profesionales, que rige hasta
el día de hoy.
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