En 1946 en Santiago de Chile, durante gobierno del vicepresidente Alfredo Duhalde, carabineros perpetraron la masacre de la plaza Bulnes.
Los obreros de las oficinas salitreras Humberstone y Mapocho estaban en huelga por los abusos cometidos por estas empresas con sus trabajadores. Alfredo Duhalde, quien habia asumido el gobierno por el fallecimiento del Presidente Juan Antonio Rios Morales, se puso del lado de los patrones y envió a sus fuerzas a arremeter contra los huelguista, asesinando a seis obreros
e hiriendo a muchos asistentes al mitin convocado por la Confederación de Trabajadores de Chile, el 28 de Enero de 1946.
En la prensa de la época aparece como noticia, sin mayor análisis, bastante comunicados de prensa, los que pueden ser vistos en el blog de las víctimas del terrorismo, del cual les presentamos como apareció en la revista Zig-Zag de unos 35 años más tarde.
Nos permitimos incluir en nuestro Blog, lo que el historiador y escritor Iván Ljubetic Vargas, relata muy explícitamente, en la página web de Rebelion.org
“VAMOS A LA PLAZA BULNES...”
El lunes 28 de enero de 1946 Ramona llegó, como siempre, puntual al laboratorio. Se colocó su blanco delantal. Se sentó ante un largo mesón donde estaban alineados miles de frasquitos. Sus ágiles manos los iban colocando en cajitas. Sonría. Sin dejar de trabajar conversaba con sus compañeras:
- A no olvidarse que tenemos que ir esta tarde a la concentración convocada por la CTCH . Es a las 19 horas, en la Plaza Bulnes. Hay que ir a solidarizar con los obreros de las oficinas salitreras Humberstone y Mapocho, que están en huelga contra los abusos de sus empresas. Hay que a protestar porque el gobierno del Vicepresidente Alfredo Duhalde les ha anulado sus personerías jurídicas de los sindicatos de ambas oficias, para favorecer, como siempre a los patrones”.
LO QUE HABÍA OCURRIDO EN LA PAMPA
El 17 de enero de 1946, las mujeres llegaron a la pulpería de un campamento de la oficina salitrera Mapocho a comprar los alimentos acostumbrados. Se encontraron con que la compañía había alzado los precios, violando el acuerdo adoptado con el sindicato de no subirlos. Las mujeres protestaron y ese día no compraron nada.
El sindicato apoyó los reclamos y pidió una explicación a la Compañía Salitrera de Tarapacá y Antofagasta, COSATÁN, de Osvaldo de Castro. No hubo explicación alguna. Se mantuvieron los precios y fueron expulsados varios de los que protestaban. Todos los obreros de las oficinas Mapocho y Humberstone paralizaron sus labores en solidaridad con el campamento afectado.
Gobernaba como Vicepresidente de la República el radical Alfredo Duhalde Vásquez, quien había reemplazado al Presidente Juan Antonio Ríos, que falleció antes de completar su mandato. El 22 de enero de 1946, el ministro del Trabajo de Duhalde, Mariano Bustos, firmó un decreto anulando la personalidad jurídica de los sindicatos de las oficinas Mapocho y Humberstone. Junto a ello se movilizaron tropas hacia el norte. Existía el serio peligro que se repitieran las masacres de la Escuela Santa María, San Gregorio y La Coruña. El 23 de enero pasó por La Calera un tren cargado de fuerzas represivas. A los senadores Elías Lafertte y Pablo Neruda se les negó la entrada a las oficinas en conflicto. Ante estos hechos, reaccionaron con indignación los sectores democráticos del país. En Santiago, la CTCH convocó a un acto de solidaridad con los trabajadores de la pampa para el 28 de enero de 1946.
LA MASACRE
Finalizada la jornada laboral las operarias del Laboratorio Recalcine, con el estandarte del Sindicato, marcharon hacia la Plaza Bulnes. Se integraron a la larga columna de trabajadores, que portaban banderas chilenas y rojas, estandartes sindicales, pancartas y que gritaban combativas consignas. Eran las 19,15 horas. La plaza estaba colmada. Veinte mil voces cantaron el Himno Nacional. Había comenzado el acto.
En la autorización para el mitín, la Intendencia de Santiago colocó la condición ridícula, pero sobre todo provocadora, que los manifestantes sólo podían estar en un lugar determinado de la plaza. Pero la multitud no cabía en el sitio señalado. Los carabineros daban caballazos y palos a quienes pasaban del límite fijado. Los policías, armados como para una batalla, fueron creando intencionalmente un clima de irritación, de choque, de violencia. Preparaban las condiciones para una masacre planificada con premeditación.
Un oficial dio una orden. Una hilera de carabineros puso una rodilla en tierra, apuntaron cuidadosamente y dispararon al cuerpo de los manifestantes, Fueron varias descargas. El tiroteo duró unos 5 o 7 minutos. Muchos cayeron heridos. Seis asesinados. Los sobrevivientes huyeron a la desbandada. Luego de su acción la policía se replegó, desapareció del sitio del crimen y de todas las calles de la capital. Se escondieron en sus cuarteles.
Pasado el primer momento, la gente que había arrancado, regresó. Había sangre por todos lados. Se recogió a los heridos y se hacía detenerse a los vehículos que pasan por la Alameda para que los conduzcan a la Asistencia Pública.
LOS MUERTOS DE LA PLAZA
Los seis asesinados son trabajadores. Cuatro de ellos comunistas. Sus nombres: Manuel Antonio López, Lisboa Calderón, Alejandro Gutiérrez, César Tapia, Filomeno Chávez y Ramona Parra.
Sí. La valiente y ejemplar joven comunista, obrera de Recalcine, estaba ahí, tendida en la vereda. Pálida, más pálida que de costumbre. Era la palidez de la muerte. En su sien un círculo, una perforación nítida, sin que saliera sangre de ella. A su lado, de pie, una hermana y otros jotosos, la miraban con dolorosa impotencia.
CESA DE LATIR EL CORAZÓN DE RAMONA PARRA
Ramona fue conducida a la Posta Central. Una persona que estaba allí relata: “Lo más terrible fue la llegada de la gran dirigente de las Juventudes Comunistas, compañera Ramona Parra, que venía con dos profundas heridas a bala en la cabeza. La masa encefálica la traía prácticamente deshecha, como si una tropa de caballos hubiera pasado por encima de ella. Murió a los quince minutos de haber llegado, en medio de la indignación y consternación de los médicos y practicantes”.
NO AL OLVIDO
La de la Plaza Bulnes es una de las 55 masacres perpetradas por la reacción en el siglo XX. Una de las de mayor impacto en la sociedad, como lo refleja la foto del sepelio de los trabajadores asesinados, que no puede ser olvidada. Como canta el poeta:
“Aunque los pasos toquen mil años este sitio,
no borrarán la sangre de los que aquí
cayeron.
Y no se extinguirá la hora en que caísteis,
aunque miles de voces crucen este silencio.
La lluvia empapará las piedras de la plaza,
pero no apagará vuestros nombres de fuego.
Mil noches caerán con sus alas oscuras,
sin destruir el día que esperan estos
muertos”.
Fenatral sus directores y sindicatos afiliados, a través de este sencillo documento se hacen el deber moral de rendir un sentido homenaje a aquellos trabajadores solidarios con sus compañeros de clase que protestaban en la salitrera Mapocho, de la Compañía Salitrera Tarapacá y Antofagasta, Cosatan, que unilateralmente había alzado los precios en su pulpería, desconociendo el acuerdo previo con el sindicato. Estos ejemplos de unidad, convencimiento y solidaridad, es de importancia fundamental para demostrarnos cuan lejos estamos de esa grandiosa lealtad con sus compañeros de clase.
Hacemos un llamado a indagar mayor información, compartirla con sus compañeros de trabajo, con su entorno social o familiar y comentarla en este blog, o en otros sitios de la web.
Compartimos la sintesis que ustedes hacen, la unidad y solidaridad de clase es la principal tarea en la que debemos avanzar. Por ello, debemos combatir política e ideologicamente el apolitisismo del movimiento sindical, que significa para los trabajadores, además de la sobreexplotación y autoexplotación que el sistema neoliberal nos impone, anularnos como sujetos historicos que buscamos el cambio de este modelo de desarrollo y del Estado. Cuando como CUT planteamos que debemos avanzar en la dirección de construir un NUEVO ESTADO, SOCIAL, DEMOCRÁTICO Y SOLIDARIO.
ResponderEliminarGracias por el aporte compañeros, es la conciencia que hay que recuperar.
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