Fenatral se permite compartir con sus socios, trabajadores y seguidores en general, en forma íntegra, este interesante artículo elaborado por la Fundación Sol, a través de su economista Gonzalo Durán Sanhueza, Twitter: @lafundacionsol publicado en diferentes medios, y que consideramos elemento fundamental a considerar en nuestros procesos de negociación colectiva, que involucra mayoritariamente a trabajadores que destinan la totalidad de sus ingresos a cubrir las necesidades de alimentación. Quedamos a la espera de vuestros comentarios y aportes.
Recientemente la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) publicó su informe mensual sobre la situación en el precio de los alimentos. Chile alcanza un 9,8% anual y se ubica en el tercer lugar entre los países con mayor inflación alimentaria, superado por Nicaragua (10,9%) y Venezuela (31,3%).
Del informe de precios alimentarios de la FAO, Fundación SOL ha desarrollado el Índice de Brecha Alimentaria, definido como las veces que la inflación alimentaria de la FAO está comprendida en la inflación general del país. Así, un índice cuyo valor es de 2, significa que en dicho país, la inflación alimentaria equivale al doble de la inflación general.
Al realizar el cálculo, se constata que dentro de los países de América Latina, Chile es la nación que tiene el mayor Índice de Brecha Alimentaria con un 2,6. Es decir, la inflación alimentaria equivale a 2,6 veces la inflación general. Siendo éste un dato clave en el bienestar del chileno medio, es poca la tribuna que se le ha dado.
Para Roberto Méndez, director de Adimark GfK, el Presidente Piñera seguirá descendiendo en su aprobación mientras no se solucione el alza que han experimentado los productos básicos.
La elevada inflación alimentaria en Chile (9,8%) y alto Índice de Brecha Alimentaria (2,6 veces), junto con agudizar la brecha de desigualdad existente en Chile, sugieren una situación de mayor vulnerabilidad para los grupos pertenecientes a los primeros quintiles de la población, debido a que ellos destinan un mayor porcentaje de sus ingresos al consumo de bienes y servicios de primera necesidad (Capehart and Richardson 2008).
Una alta inflación alimentaria, debe ser una señal de alerta al momento de observar que pasa con los salarios de la economía. En particular, economías altamente desiguales -como es el caso chileno- deben preocuparse mucho más del impacto que tiene el IPC alimentario sobre los salarios. En efecto, de acuerdo a los datos del INE, entre marzo de 2011 y marzo de 2012 los salarios crecieron en términos reales (después de inflación "general" ) en un 2,7%. No obstante lo anterior, y atendiendo al hecho que un 76% de los trabajadores/as gana menos de $350.000, si se ajusta por inflación alimentaria (9,8%), existe una franja relevante de personas que disminuyó su salario en términos reales (la inflación para ellos, fue mayor que el aumento nominal de sus salarios, al final, pierden poder adquisitivo, se empobrecen).
Un rasgo inquietante del espiral inflacionario alimentario, dice relación con sus causas. Se puede destacar que una de las principales razones que explica este aumento en los precios tiene que ver con situaciones climáticas (sequías) y aquellas derivadas del comportamiento especulativo en los precios. Este último aspecto hace mención a la marcada diferencia entre los precios “iniciales” y el precio final que enfrenta el consumidor; en este sentido, las empresas además de traspasar el efecto asociado al aumento de los precios de las materias primas, añaden un componente de ganancia neta (adicional a la que ya tenían).
Además, a nivel mundial y luego de la crisis financiera internacional, existe una tendencia a la compra de tierras por parte de especuladores, y debido a la expansión de los agro-combustibles se observa un desvío en el uso de las tierras, estimándose menos áreas para cultivar frutas, verduras y granos.
Para los próximos meses se proyecta una complicada situación por cuanto no se avizora una reducción en los precios de los alimentos disminuyendo la probabilidad de que exista un quiebre en esta tendencia.
Para Johnson (2008), el uso de nuevos indicadores de monitoreo, también compete al Banco Central. En este sentido, la política monetaria, basada exclusivamente en observar que pasa con la inflación general, estaría excluyendo el importante y cada vez más significativo fenómeno de la inflación de los alimentos. Parece ser el caso chileno.
La inflación en Chile, suele ser observada como una variable mansa. Se reconoce su importancia, pero se estima que en el mediano y largo plazo el Banco Central la tiene bajo control. No obstante, la nueva evidencia, trae al tapete - nuevamente - la inconveniencia de utilizar promedios. Ello es particularmente relevante en sociedades altamente desiguales: ya lo vimos en Aysén (el IPC nacional no demuestra el costo de vida para la región) y lo vemos ahora con el Índice de Brecha Alimentaria.
Lo que devela el alza de los precios de los alimentos en relación con los bajos salarios, es la dificultad que pesa sobre la mayoría de la población chilena para satisfacer sus necesidades más básicas de forma autónoma y sin endeudamiento. Se trata, en resumidas cuentas, de una amenaza a la reproducción fisiológica. Ello, en un orden económico que se suele presentar como la cumbre del progreso humano.
El bono solidario de alimentos de $40000 pesos que entregará el gobierno, y que favorecerá a seis millones de personas, ratifica el análisis realizado por Fundación Sol, expuesto en estas páginas
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