En
más de una ocasión Fenatral, a través de este Blog ha mencionado
a tanto la Brigada Ramona Parra, como quien diera su nombre a esta Brigada de
propagandistas conocidos internacionalmente, la compañera Ramona Parra Alarcón, quien nació en Santiago un día como
hoy.
El
mes de mayo de 1926 estaba por terminar. El pueblo chileno había vivido en el
último tiempo, momentos complejos y difíciles, pero nada de esto preocupaba esa
noche del 28 de mayo de 1926 en el hogar ubicado en calle Baldomero Flores Nº
2470 de la comuna de Independencia. Allí doña Aurelia Alarcón empezó a sentir
los dolores del parto, su esposo – don Manuel Parra- salió a buscar la matrona.
Llovía torrencialmente y las calles eran un barrizal. La partera se negó a ir.
Entonces, don Manuel –desesperado- regresó a su hogar. Le pidió a un tío que
fuese a buscar un taxi. Nació la niña y el auto no llegaba. Doña Aurelia se
desangraba. Entonces don Manuel hizo una manda a San Ramón. “Le pondré Ramona a
la niña si el auto llega antes que la llama alcance esto”, prometió, haciendo
una cruz en la vela que había encendido al santo.
El
taxi apareció en el preciso instante en que el fuego llegaba a la marca. Por
fin partieron, pero a la mitad del camino al taxi se le reventó un neumático.
-
Siga así no más - gritó el angustiado padre -, yo le pagaré todos los daños. Mi
mujer necesita urgentemente atención médica.
Alcanzaron
a llegar al hospital y doña Aurelia se repuso. Estuvieron a tiempo en el
hospital para que doña Aurelia se repusiera. Cumplió su manda don Manuel. Y la
niña se llamó Ramona, Ramona Aurelia Parra Alarcón.
Ramona
hizo sus primeros estudios en las monjas carmelitas y sintió vocación por los
hábitos. Se matriculó en el Instituto Superior de Comercio para estudiar
contabilidad. Las hermanas Parra, eran jóvenes católicas anticomunistas que
pasaban discutiendo con su padre, quien era militante del Partido. Claro que él
nunca les impuso nada. Pero un día con muy buen ojo, llevó unos jóvenes
militantes a la casa. Y así conversando con ellos se fueron vinculando con la
juventud, mi hermana Flor, Ramona y yo. Y la sorpresa que se llevaron las tres
al conocer la organización por dentro. Era todo lo contrario de lo que les
habían inculcado las monjas en sus primeros años escolares.
El
15 de enero de 1944, a los 16 años de edad, ingresó a las Juventudes
Comunistas, junto con sus hermanas Flor y Olga. Al año siguiente, entró
trabajar como obrera en el Laboratorio Recalcine, que estaba ubicado en Avenida
Matta esquina Vicuña Mackenna y continuó sus estudios en cursos vespertinos. Se
decidió a emplearse en Recalcine con el objeto de ayudar a la mantención del
hogar y, además, para estar en contacto directo con los trabajadores y
participar en el sindicato.
Quienes
la conocieron personalmente la describen como una muchacha hermosa, dulce,
tierna, agradable, buena amiga y excelente compañera. Inquieta y audaz. Muy
responsable en el cumplimiento de las tareas. Valiente, brava en la lucha.
Se
entregó de lleno a la causa de la construcción de un mundo mejor. Su hermana
Olga la recordaba diciendo: “Quizás algún me case. Pero por el momento tengo ya
mi compromiso”. Era encargada del Frente Femenino en el Comité Regional
Santiago de las Juventudes Comunistas.
En
Recalcine trabajaba envasando medicamentos. Por su fraternidad y seriedad era
querida y respetada por sus compañeras de la industria, a pesar de tener sólo
18 años de edad. La mayoría de las operarias recibían y leían con atención los
volantes y folletos que ella les entregaba. También concurrían a reuniones y
mítines a que las invitaba.
Estela
Rozas, ex presidenta del Sindicato Recalcine, cuenta: “Ramona andaba siempre
con libros, con cuadernos, en el rato que nos quedaba después de la colación,
ella escribía y estudiaba. Ella, sin dejar de ser alegre era muy seria en ese
aspecto y no nos hacía caso cuando la invitábamos a conversar. Ramona trabajaba
ayudar en su casa y estudiaba de noche para poder superarse y poder cumplir su
anhelo de seguir hacia delante”.
Ramona
era, por entonces –relata Américo Zorrilla-, una muchacha delgada, pálida, de
rostro muy agradable. Siempre con una sonrisa a flor de labios. En la prensa
apareció una fotografía suya de fines de 1945. La llevaban detenida dos
carabineros a raíz de su participación en una manifestación callejera. Ella va
sonriendo, con su gesto habitual.
El
lunes 28 de enero de 1946, la Confederación de Trabajadores de Chile, la CTCH,
convocó a un acto de solidaridad con los obreros de la pampa que la
historiografía hoy llama Masacre de la Plaza Bulnes. Ese día Ramona llegó, como siempre, puntual al
laboratorio. Finalizada la jornada laboral las operarias del Laboratorio
Recalcine, con el estandarte del Sindicato, marcharon hacia la Plaza Bulnes. Se
integraron a la larga columna de trabajadores, que portaban banderas chilenas y
rojas, estandartes sindicales, pancartas y que gritaban combativas consignas.
Eran las 19,15 horas. La plaza estaba colmada. Veinte mil voces cantaron el
Himno Nacional. Había comenzado el acto.
En
la autorización para el mitín, la Intendencia de Santiago colocó la condición
ridícula, pero sobre todo provocadora, que los manifestantes sólo podían estar
en un lugar determinado de la plaza. Pero la multitud no cabía en el sitio
señalado. Los carabineros daban caballazos y palos a quienes pasaban del límite
fijado. Los policías, armados como para una batalla, fueron creando
intencionalmente un clima de irritación, de choque, de violencia. Preparaban
las condiciones para una masacre planificada con premeditación. Una forma de represión a los trabajadores, y estudiantes, que se manifiestan frente al "poder" de las autoridades, y que aún se mantiene en nuestros días.
Un
oficial dio una orden. Una hilera de carabineros puso una rodilla en tierra,
apuntaron cuidadosamente y dispararon al cuerpo de los manifestantes
Alí
fueron asesinados seis trabajadores, cuatro de ellos comunistas. Sus nombres:
Manuel Antonio López, Lisboa Calderón, Alejandro Gutiérrez, César Tapia,
Filomeno Chávez y nuestra Ramona Parra.
Sí.
La valiente y ejemplar joven comunista, obrera de Recalcine, estaba ahí,
tendida en la vereda. Pálida, más pálida que de costumbre. Era la palidez de la
muerte. En su sien un círculo, una perforación nítida, sin que saliera sangre
de ella. A su lado, de pie, una hermana y otros jotosos. La miraban con
dolorosa impotencia.
Superando
el terror y la sorpresa inicial, los trabajadores reaccionaron con indignación.
Muchos de ellos empaparon sus pañuelos, camisas, hojas de periódicos y las
enarbolaron como banderas. Marcharon por las calles céntricas de Santiago. No
se veía ni un carabinero. Las masas eran dueñas de las principales vías de la
capital. Pero, a pesar de tanto odio acumulado, actuaron con enorme disciplina
y responsabilidad.
El
miércoles 30 de enero de 1946 “El Siglo” escribió: “Ahora están en la morgue, desnudos y serios. Están tendidos en bandejas
entre las heladas paredes blancas... Está Ramona con el cuerpo nacarado y
ceroso, con un tiro caminando de sien a sien y los cascos de los caballos
impresos en el cráneo. Es duro contemplar, tendida y fría, a una niña de ojos
amoratados por los golpes. Es doloroso comprender, 18 años truncados de una
obrera, y saberlos repletos de anhelos y proyectos”.
En
un multitudinario cortejo, donde marcharon las columnas con banderas rojas y
estandartes sindicales. Llegaron al Cementerio General. En el Mausoleo del
Sindicato de Cristalerías Chile fueron depositados los seis féretros.
Ahí
descansan los restos de la heroína juvenil, Ramona Parra.
“Ramona Parra, joven
estrella iluminada.
Ramona Parra, frágil heroína,
Ramona Parra, flor ensangrentada,
amiga nuestra, corazón valiente,
niña ejemplar, guerrillera dorada:
juramos en tu nombre continuar la
lucha
para que así florezca tu sangre
derramada”.
Pablo Neruda:
Las
Juventudes Comunistas no han olvidado a su heroica militante. El Quinto
Congreso Nacional, celebrado entre el 8 y 13 de febrero de 1966, acordó en su
homenaje crear las Brigadas de Propaganda Ramona Parra, las combativas BRP.
También le dieron el nombre de “Ramona” a la revista dedicada a la joven
generación, que se publicó entre 1971 y 1973.
Fenatral, en representación de sus sindicatos
afiliados, sus dirigentes y socios comprometidos con la construcción de un
mundo mejor, - como homenaje a un ejemplo de compromiso social -, resaltan y enfatizan con estas líneas la labor realizada en su corta vida por
la compañera Ramona Parra, y destaca la tarea que ha desarrollado la BRP
durante años de cambio y durante años difíciles, en total concordancia con lo
que Ramona Parra Alarcon representó en vida.
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