Manteniendo nuestra norma habitual de
entregar información relevante para el ámbito laboral, trabajadores y
ciudadanos en general, Fenatral, a través de este
Blog, comparte este artículo elaborado por la Fundación Sol, y publicado en El Mostrador
La dictadura del Capital: el legado
vigente de Pinochet
Junto a los grandes déficits de verdad y
justicia en materia de violación a los derechos humanos y los altos niveles de
impunidad, otro de los grandes legados de la dictadura que permanece incólume
luego de 42 años, ha sido el patrón de acumulación (modelo) que ha influido
decisivamente en la forma en que se organiza nuestra sociedad. Justamente ese
patrón que se crea violando los derechos humanos y ganando la batalla de ideas
por secretaría, hoy está presente en casi todas las acciones y los espacios
donde nos movemos.
Este 11 de septiembre, en Chile se
cumplieron 42 años del Golpe Militar, el cual dio paso a una dictadura
cívico-militar que se extendió por casi 17 años. En marzo de 1990 se cierra
este vergonzoso proceso y se retorna a la tradición de los gobiernos electos
democráticamente. Patricio Aylwin, será el nuevo Presidente de Chile,
derrotando a su principal contendor Hernán Büchi, ministro de Pinochet y, por
ende, uno de los tantos civiles de la dictadura.
Junto con el retorno a la democracia,
nuestro país se llenó de promesas y esperanzas (“la alegría ya viene”). Se
acabaría el tiempo de los asesinatos por pensar distinto o por asociarse con
otros, se acabaría el tiempo de las torturas y vejaciones sistemáticas y quizás
lentamente se podría avanzar hacia el camino de la libertad de expresión y el
desarrollo de algunas otras libertades. En los discursos postdictadura la frase
"nunca más" se escuchaba con frecuencia.
Sin embargo, la erradicación del
"cáncer marxista", que de paso incluyó a parte de los seguidores del
comunitarismo de Maritain de la Democracia Cristiana, no
solamente se quedó en asesinatos, torturas, desapariciones y exilios, sino que
el fin superior fue construir (imponer) una nueva forma de organizar a la
sociedad chilena que eliminó toda posibilidad del surgimiento de ideas como las
que se desplegaron o se plantearon en el gobierno de la Unidad Popular.
De esta forma, a fines de la década de
1970, con el país sitiado y su pueblo pisoteado, los militares y los civiles de
la dictadura comenzaron a estructurar las bases del "modelo" chileno,
cuyas principales ideas fuerzas provenían de los pensamientos de Hayek y
Friedman y cuyos principales mentores fueron Jaime Guzmán, José Piñera y el
club de los Chicago Boys. Antes de restaurar las libertades políticas, había
que asegurarse de que el nuevo modelo permitiera el pleno desarrollo de las
libertades económicas.
El trabajo de relojería de militares y
civiles permitió reactivar los patrones de acumulación del capital que
circulaba en Chile y de paso situó a nuestro país en la vanguardia mundial. Se
creó una serie de instituciones y se impuso un proyecto cultural, político y
económico que restauraría el poder de clase y el poder económico de la elite,
que había visto bajar sus tasas de rentabilidad después de la Segunda Guerra
Mundial. Chile fue el conejillo de Indias para ensayar la fórmula que
permitiría oxigenar al capitalismo a nivel planetario. El neoliberalismo
entraba en escena.
La batalla de las ideas, fue
literalmente una "batalla", ya que a punta de cañones, torturas y
toques de queda, el pueblo chileno tuvo que acatar el nuevo sistema de
Educación, el reemplazo de la seguridad social por las AFP, la privatización de
las empresas del Estado y el nuevo Plan Laboral. La libertad de mercado se
impuso por la fuerza y el nuevo orden público se configuró entre unos pocos
privados.
No obstante, una vez que se retornó a la
democracia del voto, este modelo se mantuvo y se consolidó y para justificar
este proceso se dieron muchas razones. Solo si no se tocaba el modelo (el
patrón de acumulación) y la condena a la violación sistemática de los derechos
humanos se traducía en un inofensivo discurso del "nunca más", los
militares dejarían que la democracia del voto siguiera funcionando. Sin
embargo, la fase inicial del miedo, luego se tradujo en inercia y
convencimiento. El modelo fue adoptado y aceptado por la elite política y los
directorios de las empresas de los antiguos y nuevos grupos económicos
contarían con una presencia activa de militantes de los partidos de la Concertación.
Se crean en 1981 las AFP, a través de
las cuales, utilizando las cotizaciones de los trabajadores para sus
pensiones futuras, se capitaliza a los grupos económicos, invirtiendo en
acciones y bonos para que estos puedan crecer y reproducirse. Vale decir,
capital fresco, casi a costo cero, proporcionado por todos los chilenos que
cotizan. Hoy, mientras 9 de cada 10 chilenos que reciben una pensión de vejez
de las AFP obtienen menos de $150.000 al mes, el grupo Luksic recibe
financiamiento de los cotizantes por más de $3,4 billones, el grupo Angelini
por $1,1 billón, Soquimich por $230.220 millones y Penta por $52.932 millones
(cifras de agosto 2014 y abril 2015). Luego estos mismos grupos financian a
la política para que se mantengan las reglas del juego
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Tal como se describe en el libro El
Enigma del Capital de David Harvey, durante el ciclo de acumulación, el
capital necesita vía rápida y asistencia en tres fases: 1) Acumulación
originaria (capital inicial para embarcarse en un negocio); 2) insumos, materias
primas y fuerza de trabajo al menor costo posible para producir los bienes y
servicios, y 3) establecer las mejores condiciones para vender esos bienes y
servicios.
El patrón de acumulación que se
restaura, configura y se impone en Chile durante la dictadura, precisamente
actúa en estas tres fases:
1) Para iniciar los nuevos negocios o
retomar otros, la dictadura a través del nuevo Estado Neoliberal, asiste a los
privados a través del mecanismo del despojo (desposesión):
i) Privatizando empresas del Estado y
entregándoselas a privados. Esto ocurre con varios servicios estratégicos como
el agua, la electricidad y la educación técnico-profesional y con recursos
naturales, como en el caso del traspaso de Soquimich a Ponce Lerou (yerno de
Pinochet).
ii) Se elimina el sistema de seguridad
social (que hoy existe en el 95% de los países del mundo) y se crean en 1981
las AFP, a través de las cuales, utilizando las cotizaciones de los
trabajadores para sus pensiones futuras, se capitaliza a los grupos económicos,
invirtiendo en acciones y bonos para que éstos puedan crecer y reproducirse.
Vale decir, capital fresco, casi a costo cero, proporcionado por todos los
chilenos que cotizan. Hoy, mientras 9 de cada 10 chilenos que reciben una
pensión de vejez de las AFP obtienen menos de $150.000 al mes, el grupo Luksic
recibe financiamiento de los cotizantes por más de $3,4 billones, el grupo
Angelini por $1,1 billón, Soquimich por $230.220 millones y Penta por $52.932
millones (cifras de agosto 2014 y abril 2015). Luego estos mismos grupos
financian a la política para que se mantengan las reglas del juego.
2) Para producir los bienes y servicios
se quitan todos los lomos de toro del camino. Básicamente, se requiere que el
capital acumule sin contrapeso. Para ello:
i) Se crea el Plan Laboral en 1979, que
rige los derechos colectivos del trabajo hasta el día de hoy. Este plan
sindical de José Piñera, tuvo como propósito despolitizar a los sindicatos y
eliminar la correa de trasmisión entre negociación colectiva y distribución del
ingreso. En palabras simples, las utilidades son para los dueños. Sin
negociación por rama y con el derecho a huelga reducido a challas y plumeros,
los trabajadores no contarán con la herramienta central para disputar poder en
la sociedad y luchar por mejores salarios.
Luego de 36 años, el Plan Laboral
muestra su inobjetable "éxito": Solo el 8% de los trabajadores chilenos negocia
colectivamente y el 74% gana menos de $400.000 líquidos. Ello a pesar de que
el país ha experimentado altas tasas de crecimiento en los últimos 25 años y
nuestro PIB per cápita ajustado por paridad de poder de compra ya supera los
US$20.000
El Plan Laboral vigente (que a la
fecha no sería alterado por la Reforma Laboral de Bachelet, ya
que no se incluye la negociación por rama, se sigue hablando de reemplazo
interno en caso de huelga y se incorporan pactos de adaptabilidad), un salario
mínimo por debajo de los niveles básicos de subsistencia y la extensión de la
subcontratación, hoy representan un claro indicio de que los grupos económicos
cuentan con trabajo barato y despolitizado para su proceso de acumulación.
Por ello, cuando existen algunas
presiones para que los salarios suban, no resulta extraño que se presione para
incorporar a mujeres, jóvenes y migrantes con la excusa de la inclusión y el
acceso universal al trabajo.
ii) En relación a los insumos y las
materias primas, la dictadura creó un sistema que permite abaratar estos costos
y crear nuevos nichos de negocio. Este es el caso de la privatización y la
creación de los derechos de agua (Código de Aguas de 1981), factor central para
muchos procesos productivos y la asistencia para crear empresas termoeléctricas
e hidroeléctricas que obedecen más a las necesidades de sectores como la
Minería, de contar con más energía para sus procesos productivos, que a los
requerimientos de la sociedad chilena
Otra vía para abaratar los costos de
producción corresponde a las concesiones y subsidios de fomento. Este es el
caso de las concesiones mineras y acuícolas y del DL 701 para favorecer al
sector forestal, subsidio creado en 1974, que el Gobierno actual de Bachelet
pretende prorrogar y que ha asegurado el ciclo de acumulación de los grupos
Matte y Angelini, a costa del medio ambiente y la identidad y sobrevivencia de
las comunidades mapuche, que ante el despojo de sus tierras, deben asalariarse
(vender su fuerza de trabajo). Un doble refuerzo para la minimización de
costos.
3) Finalmente, para lograr la ganancia
es imperioso vender lo que se produce o colocar el capital en los lugares donde
genera mayor rentabilidad. Esta es la tercera fase del ciclo de acumulación.
Aquí al menos se pueden distinguir dos procesos:
i) En Chile, sin duda el instrumento de
la deuda ha jugado un rol central. Para que los capitales puedan mantener y/o
acrecentar su acumulación, si los salarios son bajos, existen al menos dos
posibilidades: exportar lo que se produce o estimular la demanda interna a
través del endeudamiento. En nuestro país ambas correas de trasmisión operan.
En el caso de la deuda, según datos de la Universidad San Sebastián y Equifax,
hoy se registran más de 10,6 millones de endeudados, entre los cuales casi 3,6
millones está moroso. Además según un estudio de la OCDE, prácticamente 3 de
cada 10 chilenos se endeuda para costear su alimentación.
ii) Creación de nuevas necesidades y
nuevos nichos de negocio. Durante la dictadura, se comienza el proceso de
privatización de los derechos sociales (educación, salud, pensiones). Las
políticas de subsidios a privados vía voucher en Educación por
ejemplo, permitió debilitar las escuelas públicas para que se cree la demanda
por servicios privados, desplegándose un nuevo espacio para el capital en la
educación preescolar, escolar y superior. Hoy sólo el 36,8% de la matrícula
escolar es pública y las personas que asisten a establecimientos estatales en
educación superior no superan el 15%.
Junto a los grandes déficits de verdad y
justicia en materia de violación a los derechos humanos y los altos niveles de
impunidad, otro de los grandes legados de la dictadura que permanece incólume
luego de 42 años, ha sido el patrón de acumulación (modelo) que ha influido
decisivamente en la forma en que se organiza nuestra sociedad. Justamente ese
patrón que se crea violando los derechos humanos y ganando la batalla de ideas
por secretaría, hoy está presente en casi todas las acciones y los espacios
donde nos movemos.
A partir de las movilizaciones
estudiantiles del 2011, la sociedad chilena por primera vez retomó la discusión
del tipo de sociedad en la cual quiere vivir, sin embargo, los incipientes
debates y los moderados intentos de reformas han desatado una reacción furiosa
de los grupos económicos y de sus representantes en el mundo político. El
mensaje es el siguiente: si se toca de verdad el Plan Laboral, las AFP, las
Isapres, el Código de Aguas, el DL 701 para favorecer al sector forestal, las
concesiones mineras, el FUT 2.0, la Constitución, el subsidio a la demanda en
educación o nos aventuramos en subir el Salario Mínimo a un valor que permita
reproducirse a los trabajadores, se vendrá el desempleo, la fuga de capitales y
el apocalipsis. Finalmente lo que se está defendiendo con tanto ahínco es la
tasa de ganancia o lo que algunos llaman el ‘milagro chileno’.
Se trata de la Dictadura del Capital, el
principal legado de Pinochet y sus colaboradores. Nada debe tocarse, nada debe
cambiarse. Es parte del inventario, son los derechos adquiridos de la elite.
"En este país no se mueve una hoja sin que yo lo sepa".
Incluso en uno de los últimos congresos
de ICARE (El momento de la Introspección), algunos ejecutivos,
académicos y hasta el Fiscal Nacional Económico, han llamado a la moderación, a
avanzar de verdad hacia el libre mercado y la competencia o a sentar las bases
de un Capitalismo Latinoamericano que se adapte a la cultura y la historia de
Chile y no al revés. Se teme que el capitalismo rentista, extractivista,
concentrador y exportador ponga en riesgo el desarrollo del capitalismo chileno
de las últimas cuatro décadas.
Quienes creen en el capitalismo y
proyectan una mirada de mediano y largo plazo, se oponen a la visión
del statu quo que domina la discusión de la elite nacional. No
consideran apropiado que la Sofofa siga insistiendo en que cualquier modificación
a las tres fases que alimentan el ciclo de acumulación se objete a priori.
Quizás ya no quieren que Chile siga padeciendo el estigma de vivir en
democracia con el modelo de Pinochet. ¡Pero cuidado! Lo mismo se dijo en su
momento con la Constitución y hoy tenemos una firmada por el ex Presidente
Lagos.