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Somos la Federación Nacional de Sindicatos de Trabajadores de Empresas Lácteas y de los Alimentos de Chile, FENATRAL, fundada el 21 de marzo de 1988.
Federación abierta que agrupa Sindicatos de Soprole, Prolesur, Comercial Santa Elena, Quillayes-Peteroa, Lácteos del Sur, Diana Naturals, Lácteos Kumey, Recex y recientemente Sindicato de empresa Elabal y al día de hoy, congregamos sobre los dos mil trabajadores.
Estamos afiliados a la Confederación del Alimento de Chile, Confedach, y a través de ella a la Central Unitaria de Trabajadores, CUT y a la Unión Internacional de Trabajadores del Alimento, U I T A.
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miércoles, 19 de junio de 2013

Hechos que se ocultan: TRAGEDIA DEL HUMO

La “Tragedia del Humo”, un accidente fatal que pudo haberse evitado, tiene el triste merito de ser el accidente laboral  minero más grave ocurrido en la historia de la explotación metalífera mundial y sucedió el 19 de junio de 1945, en los subterráneos de cobre en Sewell, de la compañía minera Braden Copper Company, hoy Codelco División El Teniente. Las víctimas, un total de 355 mineros, tenían un promedio de 31 años de edad; el 40% era casado, dejando 150 viudas y 420 hijos huérfanos de padre.
La tragedia se ocasionó por un incendio en la fragua de un taller subterráneo utilizado para la mantención de carros metaleros, ubicado en el nivel Teniente 1. El incendio propagó monóxido de carbono por varios túneles del mineral. Los superiores de la superintendencia de la mina dieron aviso para la evacuación de los trabajadores, pero esto no fue suficiente para impedir el desenlace del siniestro. Muchos mineros quedaron atrapados en las jaulas de los piques y sus proximidades; el monóxido de carbono, convertido en una nube de humo, los intoxicó provocándoles desmayos y, luego, la muerte La acción de los voluntarios no fue suficiente para rescatar a los trabajadores que aún seguían con vida, convirtiendo este accidente en el más negro de la historia del mineral. Según las estadísticas, ese día fallecieron 355 trabajadores, que representaban un 30% de los obreros que laboraban en ese turno.
Las víctimas de un promedio de 31 años de edad; dejaron 150 viudas y 420 hijos huérfanos de padre. La ceremonia de los funerales de los mineros, en el Cementerio de Rancagua, contó con la presencia de 25.000 personas, entre las cuales se encontraba el Presidente de la República de la época, Juan Antonio Ríos.
Por la “Tragedia del Humo”, las investigaciones policiales y jurídicas concluyeron que la compañía Braden Copper Company no tenía participación en el suceso, pero la gravedad del siniestro marcó la realidad nacional, ocasionando reformas en la legislación social chilena. Esto llevó a que se implementaran grandes pagos de indemnizaciones, cambios en la ley de accidentes del trabajo y del Código de la Minería.
Al interior de la Braden Copper Company el accidente también significó fuertes cambios; se formó el Departamento de Seguridad e Higiene Industrial; el Departamento Legal; el Departamento de Relaciones Públicas, y el Departamento de Entrenamiento Industrial. Además, se realizaron estudios de todas las operaciones de trabajo al interior de la mina, de los conductos de ventilación, y se estableció el uso obligatorio de elementos de protección personal.
El campamento nunca volvió a ser lo mismo luego de esta tragedia, que conmovió al país y al mundo, impulsando campañas de solidaridad y ayuda para las familias de los obreros muertos.
El recuerdo de esta catástrofe todavía sigue vivo en los sewellinos, constituyendo el punto más sensible y doloroso de la vida en el mineral. A continuación, Rosa Ubilla relata cómo fue el desarrollo del Humo en el campamento; “… Cuando fue la catástrofe del Humo, que fue el 19 de junio de 1945, nosotros estábamos durmiendo y mi mamá nos despertó a todas nuestras hermanas y dijo, a levantarse porque fíjese que han pasado ocho camillas, y nos levantamos y ya no eran ocho. Después eran dieciocho, después eran ochenta, después eran cien, después eran 200, después eran trescientas. Eso también me dejó marcada porque despareció un nivel entero, con un jefe de nombre Ramón Torres y no lo ubicaban. Y este jefe con sus cincuenta o sesenta trabajadores en vez de salir a encontrase con el Humo, le hizo el quite al Humo. Siguió, siguió con su gente y apareció en una parte en las puertas del cerro, y ya era puro cerro y la abrieron y ahí se salvaron…
Hay una parte que dice “los huesos de los muertos pesan más que la carne de los vivos”, y es por eso que después de la catástrofe del Humo, la jefatura se dedicó a poner más ventiladores, poner mascarillas, ventilado total. Si fue que se asfixiaron, no se quemaron. Fue una asfixia que hubo y quiere que le diga una cosa, ese humo era de color amarillo…porque los bigotes de los hombres, los vellos de las fosas nasales y el pelo estaba ligeramente amarillo.
Entonces, después, se arregló mucho la cosa, tomaron muchas medidas de seguridad, hubo un contrato para pura gente egresada de la escuela de mina que había hecho cursos de seguridad, como atender a un recién asfixiado…cambió todo porque fueron 365 vidas y están enterradas aquí en el Cementerio N° 2. Y yo a Dios gracias, no perdí a mi papá, pero voy todos los años a la Romería
Como éramos cabras ya contábamos las camillas, van cien, van doscientas, van trescientas… nevó como cualquier día y el 19 de junio justo dejó de nevar y vino un viento blanco y la gente en las esquinas arrebozadas con frazadas, con charlones, eran llantos, eran gritos y también eran alharidos…”
Luego de la tragedia, “se hizo una colecta nacional e internacional, entonces ahí se juntó mucha plata, mandaron los países de afuera plata…fue muchísima plata con que se compraron los terrenos…. de la calle Freire que es una avenida ahora, hasta donde está el terminal ahora, de ahí eran los terrenos de largo de la Alameda y del ancho de la población Alameda a una población que se llama población O´Higgins. Todos esos terrenos los compraron con el fin de hacerles casas a las señoras viudas con sus hijos y resultó que les empezaron a vender los terrenos y les hicieron unas casas pariadas chicas, sin antejardín, con un buen pedazo de sitio hacia adentro, pero no como tenía que haber sido. Era para haberles hecho una tremenda casa con antejardín y entrada de auto…”
Lamentablemente, “la empresa les pagó una miseria, no me acuerdo si eran 1.100 o 1.200 pesos, que recibían mensual las viudas. Entonces una miseria. La gente, todos nosotros sufrimos harto y mucho. Los mayores nos quedamos sin educación por lo mismo, tendrían que haber ayudado a la gente, a los hijos, por lo menos a los mayores a educarse, cosa que no hicieron”.
Durante tres días los hombres trabajaron sin descanso, pero lamentablemente los esfuerzos fueron infructuosos: 355 mineros yacían sin vida y otros 747 estaban heridos.
Mayor información y otros antecedentes en página del Comité de Defensa del Cobre, o en el intersante trabajo de la licenciada en artes, Marcela García Valenzuela
Fenatral, sus dirigentes y sindicatos asociados, se hace un deber recordar lamentables sucesos como el mencionado, dado que nos es extraño verificar que muchos accidentes laborales no son socializados, o simplemente ocultados, con dudosas intenciones. Destacar por otro lado que recién después de 23 años de esta lamentable tragedia, surge la Ley de Seguro Social contra Riesgos de Accidentes del Trabajo y Enfermedades Profesionales, que rige hasta el día de hoy.

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